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Número 20 - Febrero de 2011   

Editorial

La pauta de Babilonia

 
 
     

Da pena con los lectores agregarle un banano más al racimo de problemas que cargan, y aún más si se trata de uno doméstico, de un murrapo, pero es que da tanta brega conseguir avisos para un periódico como este que bien vale ponerlo en discusión.
Para que no parezca que nos volvimos chillones y que nos las queremos dar de pobrecitos, tenemos que reconocer que a UC, comparado con un montón de empresas culturales igual o más valiosas, no le ha ido tan mal levantando pauta. Afortunados somos de andar acompañados por algunos anunciantes que no nos desamparan cada mes pagando las muletas con las que llegamos hasta este número 20.
Sabemos también que las tales “leyes del mercado” son incontrovertibles: Si un producto es bueno, vende. A ellas nos acogemos no habiendo otras distintas que se parezcan menos a una encerrona, porque generalmente sucede al revés y la verdadera ley resulta ser: Lo que vende es bueno, se vuelve bueno porque vende. Así hasta llegar a una práctica norma muy acatada en esta ciudad de “menjurjes bursátiles”: Que se venda, aunque no sea bueno.
Lo anterior, para que se enteren, lo aprendimos leyendo Gallinazo no come alpiste, libro de mercadotecnia que conseguimos por canje de publicidad.
Hace no mucho tiempo en esta misma ciudad, los nadaístas, esa tropa que prestó servicio en el pensamiento reclutados a la fuerza por sus ideas, publicaron folletos y pasquines patrocinados por las más pinchadas empresas antioqueñas. A una descarga de Gonzaloarango o a una diatriba de Eduardo Escobar o a un poema de Amílkar, le seguía como si nada un aviso de Fabricato o del Banco Industrial Colombiano, ahora Bancolombia.

 

Y por la misma época, Coltejer financió una gran bienal de arte que se recuerda porque despelucó y agitó polémicas, tal como debe ser.
Eso nos da a pensar como mínimo, ante la ausencia de esos cacaos anunciantes en los proyectos artísticos que tratan hoy de sacar la cabeza, que optaron por la comodidad de poner sus marcas sobre seguro, en el arte “correcto” quizás, en lo que no causa agrieras ni trae políticos problemas ni morales percances.
Y como máximo, que estamos ante un asunto profundo: Para algunos, Medellín así como está, está bien, produce la suficiente plata para que nadie tenga que preocuparse por si aparecen o no nuevos grupos de teatro, cinematecas, combos hip hop, dibujantes, danzarines, periodistas, poetas, escritores, criticones y todo lo parecido que nazca en esta tierra.
Que dé brega conseguir pauta, sea por la abundancia de competencia o por la baja calidad de lo producido, es lógico y comprensible. ¿Pero por qué tanta brega? Si a todos, cacaos y aguapanelos, nos conviene una ciudad en la que todos quepamos.

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