Hace mucho tiempo le leí a Luis Alberto Álvarez algunos de estos “maldestros” versos. Estaban presentes Elkin Obregón, Luis Fernando Calderón, Víctor Gaviria y no recuerdo quienes más. Era noche de tertulia en la casa de Villa con San Juan. Los padrecitos recibíamos a nuestras amistades, y esa noche habían llegado los dichos. La noche perfumada podía extenderse por horas y horas; me tocaría madrugar a celebrar la misa de las Adoratrices, en el colegio y convento vecino al que fue seminario menor y ahora es el batallón Bomboná, en Medellín, por supuesto. Por eso me acosté temprano, antes de que los contertulios se fueran, total ya era muy tarde. Mientras se iban y se despedían, oí que Luis Alberto insistía en decirles que mi poesía era críptica, que necesitaba una clave para descifrarla. Aquí se la estoy dando. Un tiempo fueron a la casa de Villa con San Juan las judías, dos amigas: Lía Master y Telly Fleisacher, que nos enseñaban a cocinar mientras los muchachos suspiraban.
A veces ellas nos recibían emparedados de jamón con queso y sonriendo, nos decían, que las hacíamos faltar a la Ley, doblemente. Llegó el tiempo del cine, con un proyector de 16 mm. que cambiamos por un antiguo y viejoproyector que nos regaló, el P. Marco Tulio Gómez, ¡el proyector del teatro de Riosucio en el Chocó!, a orillas del Atrato. Hicimos el cambio con un italoargentino que hacía cine y que nos multiplicaba las filminas de los audiovisuales de COMPAS. El teatro se armaba en el patio, al aire libre, entre las macetas, con los perros y la gata a los pies; se acondicionaban todos los butacos, las sillas, los cojines de la casa, se mezclaban seminaristas con jóvenes estudiantes de medicina o derecho, o ingeniería, o los que estudiaban técnicas agropecuarias. Las muchachas cuchicheaban, se reían, y después participaban con gusto y energía en la larga tertulia para comentar la película.
Algunas pocas veces veíamos hasta dos películas seguidas y nos despedíamos después de media noche.
A Luis Alberto le prestaban en el Colombo Alemán las películas de Internaciones, empresa difusora del cine de la entonces República Federal de Alemania. Todo el nuevo cine alemán y la síntesis para mí era Fassbinder: Las lágrimas de Verónika Voss; Berlin Alexander Platz, para la TV alemana. Fassbinder, el único Almodóvar que Luis Alberto toleraba.
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Una anécdota perfecta: Víctor les decía a los niños ciegos, con quienes filmó Buscando tréboles: “¡No vayan a mirar a la cámara!” Luis Alberto escribía la “Página de Cine” en El Colombiano y a veces la ilustraba Alberto Sierra, el esposo de Flor María Bouhot. Ella, que lo adoraba, le hizo a Luis Alberto el único retrato suyo.
Antes de Villa con San Juan habían sido Madrid, París, Roma, Nápoles, Venecia, Londres, Sheffi eld…
Poblada la soledad con los personajes de las pinturas o esculturas en los museos, personajes que me eran viejos conocidos, como en las fotos, y ahora veía en carne y hueso.
La fraternidad del Claretianum: el griego, el hebreo, los jeroglíficos egipcios, el arameo targúmico del Pontificio Instituto Bíblico De Urbe. Aprender a amar la belleza de Herodes el Grande. Árabe con la señorita Cleopatra. Y aún antes había sido Cartagena de Indias. El mar soñado, alcatraces, la carne y la sangre… Las amistades eternas. Pero fue allá, en Villa con San Juan, donde nacieron muchas de estas líneas. Antes de que viniera la Señora Muerte a cambiarnos las barajas del mazo y a obligarnos a jugar otra ronda.
*El espacio y la memoria.
Colección Acanto Editorial Eafit. Guillermo Vásquez 2010.
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