Hace unos días pasó por nuestra sala de redacción Emilio Ruchansky, editor general de la revista argentina THC, dedicada desde hace 4 años a hablar de marihuana y otras drogas con la naturalidad del recién fumado y la seriedad del activista con los pies en la tierra. Nos dejó como es lógico un rastro de humo, algunas anécdotas y lecciones interesantes acerca de cómo el periodismo y el activismo pueden ser un buen negocio y una gran estrategia para romper prejuicios.
Luego de una hora de conversación fue necesario prender un bareto para que no todo se fuera en temas legales, agricultura y análisis de mercado. Ruchansky destapó el paco de marihuana criolla prensada, esa boñiga seca que sería bueno denunciar en el boletín del consumidor, la olió con la concentración del enólogo luego de agitar la copa y sentenció: "Esta también es meada", un fallo sin asco, simple dictamen del experto. Ya hemos dicho aquí que en Argentina la marihuana corriente llega del Paraguay y tiene fama de ser meada por los guaraníes como una especie de valor agregado. La criolla hizo que nuestro huésped saliera en busca del inevitable mito mafioso: Pablo Escobar sigue siendo por toda Latinoamérica una fábula sangrienta y justiciera, un hombre contra un imperio, un genio pervertido a mitad de camino: "En Argentina hay muchos que creen que Pablo todavía está vivo", nos dijo Ruchansky. Entre risas le respondimos que en Colombia muchos creen lo mismo de Gardel.
Luego de las anécdotas hablamos un poco de la revista. THC sale cada mes y tira entre 35.000 y 50.000 ejemplares dependiendo de las promesas que ofrezca la portada. Tiene a 12 personas en su nómina y a un amplio número de colaboradores a los que se les paga en especie. No logró explicarnos claramente la conversión entre caracteres con espacios y moño. La revista ha logrado que se hable de drogas sin el reproche moral, la paranoia epidemiológica que propagan los políticos y la lógica del enfermo mental que imponen la mayoría de los médicos. Personajes de la vida pública se han atrevido a hablar de sus hábitos como fumadores recreativos, de sus problemas como consumidores compulsivos o de sus gustos como usuarios esporádicos. Hasta un congresista llegó a responder un día, entre sincero y distraído, que metía yerba y coca por todos los puestos del parlamento. Y cuando le dicen a Alejandro Urdapilleta, uno de los mejores actores de teatro de Argentina, que algunos actores se niegan a hablar con la revista por cuidar la imagen, el hombre responde: "¿Eso dicen los actores? Mirá, yo te lo declaro: todos los actores fuman porro. Todos. Los mando al frente. La colonia artística es toda porrera. De una".
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Los médicos y los abogados son los personajes claves en el trabajo activista por la legalización de las drogas. Son ellos los que pueden señalar el desgaste inútil de los tribunales, y la estafa criminal que supone la cárcel o el tratamiento obligatorio para los adictos o los "usuarios responsables". Su primera lucha fue por el simple derecho a sacar los consejos sobre siembra y cultivo de cannabis. Un artículo del código penal argentino habla de la "Preconización de delito", y la Asociación Antidrogas de la República Argentina intentó ponerlos a la defensiva. Se defendieron y pasaron al ataque.
Después de 4 años la revista acaba de lograr la radicación de un proyecto de ley para derogar algunas de las normas del código penal que criminalizan el porte de pequeñas cantidades y la siembra para uso personal. Una sentencia de la Corte Suprema le da sustento a sus pretensiones. Según la Corte pasaron 19 años en los que Argentina admitió una interpretación restrictiva de los derechos fundamentales pensando en razones pragmáticas: supuestamente incriminar al portador de estupefacientes permitiría combatir más fácilmente el comercio. La lógica no se ha cumplido y parece que es hora de que las cosas vuelvan a su lugar.
Hace poco Ruchansky escribió un correo jubiloso en donde contaba la noticia: "Qué decir de la emoción, son cosas que pasan pocas veces y que demuestran que el periodismo puede modificar la realidad, además de representarla…". No es fácil que la ley pase por el congreso argentino pero el tema ha comenzado a sonar y a calar. Lo triste es que Argentina intenta corregir un error de legislación tomado hace 19 años, mientras Colombia acaba de tirar al piso un adelanto constitucional que ya había asimilado. Y lo peor, todo por el capricho moral y electoral de un solo hombre. No digamos otra vez su nombre.
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