Número 77, julio 2016
CAÍDO DEL ZARZO
 
Paco y etc.
Elkin Obregón S.

 
Hace un par de días vi que hablaban de Paco Ibáñez en Televisión Española. Lo llamaron “cantautor” y lo cierto es que esa palabreja no le corresponde. Lo que hizo fue ponerle música a poemas de grandes poetas españoles, y en eso fue un pionero. Otros lo siguieron (Serrat, Alberto Cortez, Amancio Prada) con muy buenos resultados; pero sigo con Ibáñez.

Dos veces estuvo en Medellín. En su primera visita lo entrevistó para un periódico local una amiga mía, gran periodista, quien debió hacer frente al intenso aroma carpetobetónico (léase ajo y cebolla) que el artista exhalaba. Aromas aparte, en su segunda visita, años después, su presentación resultó un tanto patética porque sus cuerdas vocales le estaban jugando una mala pasada y a duras penas lograba sacar adelante los temas que le habían dado renombre. Supe después que había cantado en español las canciones del francés George Brassens, juglar de París, alma gemela.

Tenía Ibáñez (o tiene, porque está vivo) una sensibilidad exquisita para captar la música implícita que guardaban los poemas por él musicalizados. Sus logros son todos, pero para citar un solo ejemplo bastaría mencionar lo que consiguió con dos poemas de García Lorca; piensa uno que el mismo poeta (también músico) se hubiera admirado al escuchar esos cantos, tan asombrosamente cercanos a su mundo poético. Y así, los demás: Góngora, el Arcipreste, Alberti, Gabriel Celaya, Pablo Neruda… Más que un hecho musical, lo de este cantor valenciano es a mi juicio un soberbio aporte cultural a la España del siglo XX. Y, por suerte, sembró el ejemplo.

Por eso es de justicia nombrar de nuevo a Serrat, quien compuso dos estupendos elepés, uno dedicado a Miguel Hernández, otro a Antonio Machado. Ambos trabajos son admirables pero tal vez fue más popular el segundo: muchos despistados hablan aún al respecto de tal o cual canción de Serrat, ignorando olímpicamente al letrista. En contraste, el novelista Juan Gabriel Vásquez, hablando por radio de Caminante no hay camino, cometió una gaffe monumental, que el respeto y la falta de tiempo me hacen silenciar.

Termino mencionando a Leonardo Álvarez, cantante paisa que sonó mucho en los años setenta y ochenta, y que musicalizó con gran talento versos de Barba Jacob y León de Greiff. Recuerdo en especial la melodía de bambuco con que vistió el poema Mi pobre amor se está yendo, de León. Bambuco impecable, elegante y tristón, a la altura de los mejores de nuestra época de oro; hoy está olvidado y ningún intérprete lo tiene en su repertorio. Tal vez alguien podría explicarme el porqué. Creo que llamaré a Gustavo Escobar.

 

Elkin Obregon

 
 
CODA

Volviendo a los cantautores, de ellos está llena la música popular, mucho antes de que se inventara el término. Lo fueron en México Guty Cárdenas, Agustín Lara, José Alfredo Jiménez. En Chile, Violeta Parra; en Argentina, Atahualpa Yupanqui y Horacio Guaraní. También en Colombia los tenemos: Jaime R. Echavarría, por supuesto, y hasta el mismísimo Julio Flórez. UC

 
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