Número 65, mayo 2015

EDITORIAL
Parte de paz

 
Editorial

Fotografía El Nueve

 

Cinco meses duró una tregua dudosa de menos de cinco meses. Y fluyó la coca, estallaron las minas de tierra, jóvenes con sorteo y sin sorteo fueron a la guerra, y en algunas encrucijadas se siguieron encontrando el ejército y las farc. Sin culpa y con ganas. Durante casi dos meses la fuerza aérea suspendió los bombardeos. Oficialmente unilateral, a medias. Extraoficialmente bilateral, a medias.

Las farc rompieron su palabra para ser fieles a la más ferviente de sus ideologías. El comisionado de paz dijo que la muerte de once soldados fue especialmente sentida porque la gente espera resultados de paz de un proceso que va a cumplir tres años. Y tiene razón, porque durante la guerra abierta, sin paréntesis porosos, morían más soldados. Había menos rabia y más patriotismo. Los muertos son muertos durante la guerra y durante la paz provisional. Y rudimentaria. En 2005, cuando la guerra contra las farc se inclinaba a favor del Estado, murieron 717 soldados y policías. El año pasado, con solo once días de tregua, murieron menos de 300 miembros de las fuerzas armadas. Que cada día la opinión lamente más la muerte de sus soldados no está mal. Que Álvaro Uribe diga que le duele la muerte de los guerrilleros de base no está mal. En los últimos días han muerto más de cuarenta guerrilleros, algunos menores de edad.

Negociar la guerra es de algún modo negociar los muertos. Santos y Alape se preguntan para qué más sangre, coinciden en los comunicados. De diciembre a abril la imagen de Santos cayó del 48% al 29%. Y las farc se sostienen en el viejo 96% de imagen negativa. Reducir los muertos no es garantía de apoyo ciudadano, y menos cuando los muertos caen en las veredas y los encuestados están en las ciudades. La paz imperfecta siempre es una ofensa. Y el odio no mira cifras ni llantos. Tal vez sería mejor hablar de proceso que de paz. De los males menores de las guerras, de bandos más débiles contra el Estado, del Estado menos sangriento contra sus males.

Las cifras del Centro de recursos para el análisis de conflictos (CERAC) muestran que los ataques terroristas, los combates y los muertos disminuyeron. Desde 1984 la guerra, esa guerra que es una de otras, nunca había estado tan apagada. Pero para muchos las treguas malas son más dolorosas que las guerras buenas. Dejamos el balance de cinco meses de guerra a medias.

Del 20 de diciembre a comienzos de mayo, además del ataque en Buenos Aires, Cauca, que dejó 11 soldados muertos y 20 heridos:

Se registraron otras 20 acciones violatorias atribuibles a las FARC, con un total de 52 víctimas, 16 mortales (15 combatientes y 1 civil) y 36 heridos (1 civil, 34 integrantes de la Fuerza Pública y 1 militar del Ejército ecuatoriano). Pese a los altos niveles de victimización de combatientes resulta muy positivo que estos hechos no han afectado ni han estado dirigidos contra a la población civil.

También se reportan otros 75 eventos (15 acciones ofensivas y 60 combates), con probable responsabilidad de las FARC, los cuales están pendientes de verificación por parte de las autoridades judiciales.

En general, tanto el nivel de víctimas, como el número de combates y acciones ofensivas de estos cinco meses, son los menores registrados por CERAC desde 1984, comparando este mismo período en cada año, desde entonces. Frente a los promedios históricos se registra la siguiente reducción de la violencia: un 85% de las acciones ofensivas de las FARC, un 73% de las muertes de civiles, un 64% de las muertes de la fuerza pública, y un 55% de los combates con las FARC.

Geográficamente, las violaciones se concentran en los departamentos donde históricamente las FARC han ejercido presencia violenta: Caquetá (4), Cauca (4), Putumayo (3), Chocó (2), Antioquia (2), Arauca (1), Guaviare (1), Huila (1), La Guajira (1) Nariño (1) y Tolima (1). La mayoría de estas acciones fueron realizadas en zonas de influencia del Bloque Occidental (7) y el Bloque Sur (6), evidenciando la capacidad operativa de estas unidades guerrilleras y los riesgos que pueden representar en un eventual posconflicto. También es diciente el bajo número de eventos con presunta participación de los bloques Oriental y Magdalena Medio..

En el Caguán se sentaron 37 meses. En La Habana llevan 33 meses sentados. UC

 
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