Número 60, octubre 2014
CAÍDO DEL ZARZO
 
Reunión
 
Elkin Obregón S.

Se está habituando Universo Centro a publicar libros estupendos. El primero, El libro de los parques, es a mi juicio una auténtica joya bibliográfica. Tuvo por desgracia muy escasa difusión, como suele pasarle a las joyas; cuotas burocráticas, cortesías de burgomaestre lo destinaron al parecer a manos ineptas. Esperemos que este de ahora corra mejor suerte; se llama Universo Centro, Colección 2008-2014. En el prólogo, los directores nombran a estos textos “reunión”, porque, dicen, “…es imposible hablar de antología en presencia del deleznable papel periódico”. (Paréntesis: deleznable o no, era un placer husmear los archivos de las hemerotecas, cuando eran de papel; el microfilm los borró para siempre).

El libro compendia, en más de setenta artículos, lo que ha sido una propuesta periodística que, más que periodística, es un sancocho de letras, donde cabe de todo, desde informes a cuentos, desde reportajes a elegías, desde crónicas urbanas hasta chismes de botica. U.C., tal como yo lo veo, no se parece a nada, no permite definición. Y, además, es tan bueno su contenido que te obliga a leerlo, aunque sea —no siempre— tan mal diagramado.

Pero el libro es otra cosa, luce ropa de marca. La diagramación es impecable, la edición sin tacha. El papel, nada deleznable, hace justicia a las ilustraciones; de tal suerte que podemos ver en su justa nitidez, valga el ejemplo, las historias de “X”, que a veces entiendo. Hablando de ilustraciones, remito al lector a la página 207; aunque ésa —me lo contó un pajarito— no gustó mucho a los editores.

Del contenido, todo es suculento (mejor, casi todo). Corriendo los inevitables riesgos, menciono algunos títulos, no al azar: La venus de Bolombolo (Fernando Mora), Una niña prodigiosa y una maleta (Alfonso Buitrago), La ronda del Pontiac (Dora Luz Echeverría), Reportero sin rostro (María Isabel Naranjo), In vino veritas (Julien Yon). Echo en falta tres cosas: más crónicas de Dora Luz, y un par de Obituarios de Menina, esa incógnita autora de lengua bífida. Por último, el precioso retrato Rosa la de color rosa, de Silvia Córdoba, una florecida acuarela de treinta líneas. En fin, no quedó en el libro. Tal vez se acabó el tiempo, y no encontró asiento. Con gusto le hubiera cedido uno de los míos.

 

Elkin Obregon

 
 
 
CODA
Paula Camila visitó mi casa, y le puso luz a estas penumbras. Se encantó con Rita, la gata, pero Rita no le paró bolas. Gatica tonta, no advirtió que ella tiene magia. Pero quién se lo explica (a las dos).
UC

 
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