Número 53, marzo 2014

EDITORIAL
Presión a la olla

 
 
 

Imagen: Presión a la olla

1. Hace exactamente un año el presidente Santos dio la orden de acabar con las ollas de vicio en veinte ciudades. Clausurar esas chimeneas de bazuco en la periferia, en el Centro, en la vecindad del Palacio, en la orilla de los talleres, al pie de las casas tapiadas. Todo estaba planeado. No era una política sino una rueda de prensa. Muy pocos saben cómo suena el cacerolazo de esas ollas. Los policías tuvieron humo blanco y se fueron contra los corrales malditos y prometedores. La Fiscalía prometió extinción de dominio y Bienestar Social mostró su escudo de almuerzo, jabón y tijera. La cosa terminó como en los pueblos, a la orilla del río.

2. La ciudad del río comenzó a crecer bajo la seguridad alimentaria que entregaba la Minorista. Al aire libre todo era distinto. El bazuco a cielo abierto tiene más gracia. El ecosistema se hizo fuerte en las orillas. Nuevas caras, viejas amistades, enemigos de siempre, fumones todos. Algunas "familias" pasaban la noche bajo las carpas viendo televisión. Antenas benditas, sobrevivientes, antenas que todavía toman sus luces del aire. Dicen que son 3.500 que viven en las calles. Un pequeño pueblo de zarrapastrosos, de caminantes, de desesperados, de ilusos, de flacos. No de vagos. Porque el bazuco es caro y su vida es barata. Ellos también deben cuidarse. La secta involuntaria de Diógenes el perro, cínicos por obligación.

3. La alcaldía de Medellín expidió hace un año un decreto que le permite a la policía "trasladar" a los homeless (WUF) hasta sus lugares de origen. La Constitución cruje ("Todo colombiano, con las limitaciones que establezca la ley, tiene derecho a circular libremente por el territorio nacional…"), pero la policía ejerce. Se han tomado a pecho eso de la República Federal. Dicen que el cuarenta por ciento de los callejeros vienen de afuera, son inmigrantes indeseados que se resisten al tratamiento. Hasta las mascotas se molestan con su olor.

4. La vieja rueda de prensa condujo al rodeo de siempre. Los policías aplican un desalojo para alejar a esa horda imposible. No se trata de que salgan de una cueva, la intención es que caminen, que se dejen conducir hasta el parque de su pueblo, que duerman como niños en los albergues, que se comporten. Pero son locos, quieren vivir a sus estrechas dónde les dé la gana, y ensuciar los cámbulos florecidos al pie del río con su humo. La gresca era inevitable. Primero las botellas con gasolina contra los escudos del ESMAD. Y un día después un petardo estalla en un costal a la espalda de un callejoso. El estallido afecta a los dos bandos que peleaban al lado de la Minorista. Cuatro habitantes de la ciudad del río muertos y seis policías heridos. Seguimos en la olla. UC

 
 
 
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