Número 45, Mayo 2013
CAÍDO DEL ZARZO
 
Mundos paralelos
 
Elkin Obregón S.

 
En 1942 Philip Van Doren Stern escribió un cuento, The gratest gift, lo imprimió en tarjetas y envió copias a doscientas personas. Una de esas copias llegó a manos del director Frank Capra, quien, fascinado por el tema, lo convirtió en su película Qué bello es vivir (1946), con James Stewart, Donna Reed, y un maravilloso Henry Travers, el mejor ángel en toda la historia del cine. La película es aún hoy un clásico navideño, y se emite año tras año en algún canal apropiado para el caso. La cinta, un tanto edulcorada, nos sugiere llorar, sugerencia que yo acepto todas las navidades; pero más allá de esto hay allí un inquietante resquicio para asomarse al mundo (no me deja mentir Juan Viloro), que trasciende el film, y siempre nos asombra. No insisto en la trama, de todos conocida; pero habla de mundos paralelos, que era lo que se quería demostrar.

Volviendo a la literatura (aunque el cine también es literatura), es obligado mencionar Alicia a través del espejo, Las crónicas de Narnia, y hasta, qué le vamos a hacer, Harry Potter. También, creo, el bello relato La puerta en el muro, de H. G. Wells, y, tal vez, de un modo sesgado, El gran Meaulnes, de Alain Fournier, una especie de novela-culto para muchos lectores, empezando por José María Valverde, su traductor al español. Pero yo me quedaría con un cuento de Adolfo Bioy Casares, La trama celeste, porque es, exacta y rigurosamente, una historia sobre mundos paralelos. No puedo avanzar una línea más en la trama, para no quitarle a mi único lector el goce de leerla, si no la conoce. De ser así, lo invito a que pregunte por el libro en nuestras librerías de nuevo, aunque no creo que lo encuentre. Pero quizás la mejor opción es que se pase primero por Palinuro, que de algún modo es también un mundo paralelo.

 

 

 

 

Elkin Obregon

 
CODA

Alfredo di Stefano, 86 años, se va a casar con una dama de 36. Los hijos del crack se oponen, como suele ocurrir en estos casos, pero él ha dicho que eso lo tiene sin cuidado; se casa, y punto. Final feliz. El espisodio me hace pensar en Goethe, quien, también octogenario, se apasionó por una nínfula de 17. Creo que aquello ocurrió en Baden Baden. Cerrando los ojos, la pidió en matrimonio, y tanto ella como sus padres lo enviaron al lugar adecuado.

Comparando las dos historias, es claro que me quedo con la segunda, porque es la bella historia de un amor imposible. Algunos dicen que no todos lo son. Pero no me consta. UC

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