Número 44, Abril 2013
CAÍDO DEL ZARZO
 
Escenarios
 
Elkin Obregón S.

 
1. En la carátula de un libro de Enrique Vila-Matas (El viento ligero en Parma) se ve un cuadro del español Vicente Rojo que se llama Escenario. Unos trazos deliberadamente burdos parecen simular el marco de algo que puede ser una ventana. Debe serlo, porque al fondo hay unos bloques, muy grises e indefinidos, que yo supongo de viviendas, y frente a ellas se extiende una amplia superficie azul negra, que yo supongo el mar, o un estuario; arriba, algo que podría ser el cielo, al que cruza una especie de nube. Nada se mueve en ese escenario, sin luces ni estrellas, porque además es de noche. Una noche que, por supuesto, no está destinada al amanecer. Pero es un paisaje presagioso, un paisaje que invita, no a visitarlo, sino a mirarlo; no a buscarlo, sino a soñarlo. Algo hay en él que habla de paz, siempre y cuando no miremos a fondo sus ojos de animal terrible.
Es muy posible que Rojo no haya pintado una ciudad, ni nada parecido, aunque sé bien que pintó un misterio. Lo demás no importa mucho. En ese libro dice Vila-Matas, hablando de otro cuadro: "…uno puede ver lo que quiera en una pintura". Y unas líneas más adelante, sin salirse del tema: "Perfección absoluta del instante". Eso era lo que yo quería decir, y no supe.

2. En su libro Ciudades inventadas, el gran poeta brasilero Ferreira Gullar inventa 23. Tomo el último párrafo de la última, Tuyutuya. Después de muchos avatares y desventuras, Tuyin regresa vencido a su ciudad natal: "Venía triste y llegó a Tuyutuya al rayar el día. Pero, al hallarse frente a la ciudad bañada de rocío, bajo la claridad del amanecer, su tristeza terminó. Se quedó allí contemplándola: Tuyutuya parecía sonreírle, acogedora. Un gallo cantó glorioso; otro, más distante, respondió. Enternecido, Tuyin vio a las primeras personas salir de las casas, con sus instrumentos de trabajo, y dirigirse al campo. Se demoró un poco más mirando de lejos los muros desconchados, las paredes de las casas, los tejados, las ventanas todavía cerradas. Las cosas todas parecían tocadas de eternidad. Aquella era su ciudad, todo lo que allí viviera se había impregnado en la cal de las paredes, en la madera de las puertas, en la piedra de las calles. 'La existencia es para siempre en cada momento', pensó, invadido de una renovada alegría.
Así, cruzó el puente levadizo y penetró en Tuyutuya, reconciliado con su destino de hombre".
Lo mismo había dicho Dorothy al final de El mago de Oz; aunque con menos palabras.
 
 

 

Elkin Obregon

 
 
 
CODA

Un ilustre teatrero de Medellín está escribiendo en blogs la historia de su grupo. Los blogs van ya en camino de convertirse en un libro, que seré el primero en comprar. Es un recuento, entiendo, de los muchos obstáculos y logros que acompañan a una compañía de teatro. Siguiendo por ahí, se me ocurre pensar que los teatreros han sido por antonomasia cómicos de la legua. Viajeros errantes, cargados de trapos y caretas y polvos de arroz. Se les destierra o se les ignora, por funámbulos y vagabundos. Y, por más que se vistan de seda, siguen siendo réprobos. Pero hacen sus funciones, contra viento y marea, y el público los quiere, y por él existen. Gente mísera de tropa. UC

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