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Número 34 - Mayo de 2012     

Artículos
Caminando entre nubes
Pascual Gaviria - Fotografías Juan Fernando Ospina

 
Caminando entre nubes.
 
     

Una nube alta amenazó toda la tarde del sábado con uno de los torrenciales de comienzos de mayo. Una nube baja, especie de telaraña pegajosa, protegió la caminada desde el Teatro Pablo Tobón, bajando por La Playa, recorriendo la Oriental hasta desembocar, vía San Juan, en las estridencias montañeras de la Plaza de las Luces que es todavía un pedrero. Y digo caminada y no marcha porque quienes salimos ese día a fumar moño a la vista de todos, a rascar sin esconderse, a lucir los baretos más estrambóticos y las pipas más rebuscadas, no tenemos ni organización ni consignas comunes ni enemigos ni patrocinadores. Se trataba tan solo de dejar una constancia que se desvanece en el aire.

Caminando entre nubes.

De vez en cuando aparecía la frase infantil en la boca de un propagandista que había logrado vencer el marasmo del ambiente: "¡qué viva la mariguana!". Entre los cercanos algunos respondían con risas que eran a la vez bocanadas y otros soltaban el estribillo más por inercia que por entusiasmo. Gritarle vivas a una planta es una costumbre más propia de las fiestas patronales en las plazas de mercado que de las marchas por la reivindicación de los derechos individuales. Pero así es la caminata Cannabica en Medellín: mezcla de bazar popular y juvenil con transgresión risueña y franca de quienes siempre han fumado al escondido, desquite contra la autoridad policial y parche de fin de semana de los institutos técnicos y las universidades del centro, reunión amorfa para beber garrafas de vino Candoroso de lulo y algo de cerveza. No faltaron quienes escribieron sus consignas o construyeron un disfraz para la ocasión, amén de quienes armaron descomunales baretos como huesos maltrechos. Recuerdo tres líderes de las arengas y la utilería: el uno llevaba una pancarta que decía "cultiva tus derechos", la otra vestía de blanco y en su corona de enfermera lucía la estrella verde, y el último tenía fresca su tarea escolar con la hoja de puntas sobre el icopor.

Caminando entre nubes.

Son las cuatro de la tarde, la hora convenida, y nadie da la orden de salida ni encabeza el mitin somnoliento. Unos bajan por La Playa arrastrando los pies para dar inicio al recorrido y otros suben en busca de su parche. Los vendedores de galletas íntegras de moño y sánduches vegetarianos advierten al público zombie: "Coman algo que en mitad de marcha les da un babiao". Los vendedores de cerveza no arrugan la nariz en medio del humo: "por mí que fumen, eso les da más sed".

De pronto, sin orden ni silbato ni megáfono, la caminata comienza a rodar Playa abajo, silenciosa, seguida por la mirada sorprendida de algunos transeúntes desentendidos y por los vecinos desde los balcones. Dos señoras entradas en canas se inclinan sobre la baranda para preguntar de qué se trata todo ese humo y ese desgano, mientras un activista entrado en greñas saltaba intentando entregarles una hoja con las explicaciones respectivas. Una secretaria pasa hablando por celular: "… es que en el centro hay una marcha de mariguaneros y hay unos tacos horribles…". Un taxi le dice a su pasajero que le ha pedido llevarlo al centro para unir su barillo a la procesión: "¿Al centro? Ay mijo allá están todos esos mariguanas tirando piedra…".

Caminando entre nubes.

Llegando a Girardot le planto conversación a uno de los policías que acompañan la caminada. Su radio y su edad indican que es uno de los jefes del operativo. Le pregunto si ya había estado en una de estas humaredas, Sí, estuve en la de hace dos años, hoy hay mucha más gente. Y a usted cómo le parece este cuento, le digo pensando que me demoraré en encontrar una respuesta sincera, Esta es la marcha más tranquila del año, esto para mí es una marcha… cultural, hay mucha gente que vive así, que le gusta consumir y eso hay que respetarlo. O el policía está medio mareado o sabe recitar la cartilla de DDHH con una soltura increíble. Entre risas le pregunto si eso es libreto, simpatía o tolerancia, Vea, nosotros estamos acostumbrados a lidiar con el horror, con los asesinos, los violadores, entonces en realidad no le veo misterio. El hombre me deja desarmado en la mitad de la calle, más tranquilo de lo que ya estaba, y gasto la última pregunta con sus cálculos de asistencia, Algo más de 10.000, me dice. Queda claro que los policías son los más preparados, después de quienes caminamos entre el humo, para asumir la legalización como una decisión natural.

La invitación a una cerveza en la esquina de Girardot con la Playa nos detiene a mirar el desfile. Muchas veces se han descrito estos tumultos con la expresión "ríos humanos" y la verdad es que en este caso se nota algo de estancamiento. Cuando parece que todo ha quedado suspendido y se puede oír la quebrada debajo de la calle, algo empieza a retumbar a lo lejos, un redoble se acerca, crece, llega hasta la esquina acompañado de gritos y botellas quebradas.

Se ha desatado una estampida que sube como avalancha por La Playa y arrastra sillas, deja gente por el suelo, arrebata los zapatos de quienes corren, hace que las señoras salten por las ventanas al interior de los locales y que los tenderos tiren las rejas en medio de gritos y advertencias. Pasan dos minutos de tensión en medio de una tienda recién convertida en un sótano con treinta inquilinos sudorosos.

Caminando entre nubes.

Las rejas se levantan de golpe, entran la luz y el aire, los que hace unos minutos corrían desorbitados ahora bajan risueños preguntando por los motivos del pánico. Las parejas se reencuentran y se abrazan, los parches se reclaman la botella de vinacho perdida, las aguas vuelven a correr mansas. Voy donde el policía ya conversado para preguntarle por ese súbito cambio de ambiente, Quién sabe qué se les apareció, usted sabe más que yo sobre qué es lo que están viendo, me dice con una risita burlona.

Ahora avanzo acompañado de los reporteros de agencias internacionales. Ellos calculan entre 15.000 y 20.000 personas. Algunos hicieron el trabajo rápido y ya están mandando sus escenas. Las fotos de las marchas en diferen- Caminando entre nubes tes ciudades de América Latina aparecen muy cerca de las secciones de curiosidades. Pero esto no es solo un juego de desvergüenza como dicen algunos que se topan con la caminada. La opinión pública es la única que podrá mover a los políticos hacia medidas que no incluyan policías y jueces para tratar con los consumidores. En Estados Unidos por primera vez, luego de 42 años de repetir la misma pregunta por parte de Gallup, una mayoría (50% Vs 46%) está de acuerdo con la legalización de la marihuana.

También yo logré sentirme mayoría en medio de la marcha. Llegando a San Juan decidimos darle una mirada a la iglesia de San Antonio que estaba en plena misa. El padre parecía hablar desde un más allá inducido por una neumonía, daba su sermón apagado a no más de quince fieles que aguzaban el oído y pedían por la salud de su pastor; así debía ser si tenían algo de caridad cristina. Estábamos en el umbral del templo cuando pasó una beata arrugada señalándonos con sus palabras, Cochinos, gas, gas, qué perdición, qué horror… Así siguió hasta perderse entre las bancas vacías; logró que esa iglesia se viera arrinconada, diminuta, de espaldas al mundo que caminaba en otro mundo en busca de la Plaza de las Luces.UC

 

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