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Número 21 - Marzo de 2011 

Estilario
Raul Trujillo
Exclusivo para UC desde Buenos Aires

 

 


Juan Fernando Vélez es artista plástico

¡Qué freak! dirán tal vez los que lo admiran cuando lo ven, otros se quedarán criticando o hasta risas y rabias despertará al pasar. Juan, con su estilo bien peculiar, le apuesta a la personalización y hace de sí mismo un panfleto a la libre expresión. No es fácil andar de diferente; recuerdo lo que hace quince años un alcalde hizo por ley: obligó a los miembros de la pacífica comunidad de seguidores de Krishna de la ciudad a quitarse los hábitos naranja y coral que mundialmente los identifican, pobres, sus cabezas peladas dejaron de ser señal santa y de pronto parecían una versión de punk rock local vendiendo inciensos en el circular. Que cada quien se ponga lo que quiera y sabremos más del otro y nos comunicaremos otras riquezas, esa parece ser consigna ahora, pero esta libertad tendría su origen en la sensación de desconsuelo, escepticismo y apatía que atacó a los jóvenes al final del mundo feliz de posguerra, que solo 30 años duró para el modelo de consumo masas y tv. Apenas empezando los 70, de un tajo la fantasía se terminó: Vietnam le dio un puntapié a la generación del peace and love y la crisis del petróleo por primera vez afectó a todos los sectores, confirmando el monopolio del petróleo como fuente de energía. La fantasía se acabó. Semejante panorama sólo podía ser el origen del fenómeno del grunge o antimoda que tendrá ya tres reversiones que coinciden con momentos históricos como el que vivimos hoy, en el que las condiciones parecieran decir... ¡este modelo no va más!
Y si no va más, pues a proponer, y la década se recordará como una de las más poderosas fábricas de ideas y estéticas del siglo XX, que hoy sigue dando material para reciclar y explorar.

Recordemos las camisas a cuadros usadas por Kurt Cobain de Nirvana casi veinte años más tarde, nuevo rock con origen suburbano, ya no de leñadores pero sí de jóvenes con camisetas vagabundas de días y estampas panfletarias, con pull-overs y buzos tejidos que le acentuaron a su estilo eso casero, que también calaron como abrigo para la depresión. Esta sería ya la segunda vez, en un panorama igual de conflictivo que el anterior pero a principios de los 90 y motivado por las cruzadas petroleras de papá Bush en contra de Saddam Hussein en Irán y el frenazo en seco a la orgía del consumo que venía in crescendo desde Reagan con su estilo de vida yuppie y su política neoliberal. Aquí debemos hacer un paréntesis e incluir al creador del estilo americano contemporáneo, desde los 90 hasta hoy. Marc Jacobs muestra en sus pasadas esta estética llevada por una nueva joven bohemia burguesa urbana que arma su estilo con elementos de aquí, básicos, accesorios y algo de más allá. Con la misma elegancia con la que desde el 97 es director artístico de la casa de objetos de lujo Louis Vuitton puede asociar su estilo a líneas de hogar, calzado, perfumería, gafas y joyería, batiendo récord de venta en especial en el mercado nipón.

 
La tercera versión del grunge se hizo ya visible post sep 11 y Juan bien puede representar ser parte de este grupo de críticos y visionarios que ahora le agregan a la estética bastante de lo telúrico, lo étnico y ese espíritu casi ritual con el que se compone el outfit cargado todo de significados y referentes hasta unificarse en un solo modo, a la manera de un grunge... ¿tribal? Qué contradictorio que un estilo nacido de lo más urbano ahora nos recuerde aquellas maneras más humanas y cómodas de andar. Tanto como el canguro tecno llevado como jíquera o cargador ancestral.

Por fortuna y gracias a la madurez de años de experiencias recogidas, el color pone vitalismo, buen humor y distinción a aquello tan visto como unos tenis de lona. Los cuadros, posiblemente en lienzos de algodón con diseños obtenidos por el tejido —hilos de colores entretejidos en urdimbre y trama— ya no son camisa y devienen pareo como en el sureste de Asia, mientras místicos y esotéricos parecen los tatuajes de trazos elementales que nos recuerdan a un Miró o a un Klee. El t-shirt político tiene ahora la carga irónica del merchandising pop y como joyas unos aretes grandes cual candongas y un brazalete al tobillo de chaquiras en diseños multicolores que ya son tradición latinoamericana en mercados y ferias callejeros de México a la Patagonia, y que entre nosotros referenciamos en las preciosas joyas tejidas por las comunidades emberá que viven en la frontera entre Colombia y Panamá.

 
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